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Sitio web dedicado a la preservación del hábitat del Armandopithecus mexicanus inpudicum. Reserva de la exósfera.

 Serían poco más de las once de la mañana cuando Catalina, con la cabeza enfundada en una pañoleta y con la mitad del rostro oculto tras unos enormes lentes oscuros, se apeó del taxi. Trastabilló al tratar de erigirse sobre los tacones en el empedrado; miró a su alrededor buscando algún testigo y se alisó la falda del traje sastre, como si fuesen los pliegues en su ropa lo que incitase las miradas y sonrisas de la tétrada de oficiales de policía que no dejaban de observarla apoltronados en el cofre de una de las patrullas del otro lado del arrollo.

Sin prestarles mayor atención, siguió su camino a través del parque. Atravesó el campamento tratando de contener la respiración, deseando que el olor a alcohol y marihuana que expelían las tiendas no se le impregnara en la ropa. Sorteó el fortín de manifestantes que bramaban, a esa hora ya con cierta desgana, consignas antirreligiosas, antigubernamentales, anticapitalistas, laicistas, populistas, libertarias, anarquistas, comunistas, cientificistas, entre otras.

 

Eludió la fila de solicitantes que, entre manierismos y jaculatorias, temerosos de la intolerancia de los manifestantes y guarecidos por una avanzada de granaderos, esperaban ser atendidos por alguna de las también temerosas funcionarias que revisaban, entre descargas de adrenalina, la documentación requerida con carácter de indispensable para realizar el registro de denominación.

 

Se acercó hasta el grupo de granaderos que resguardaban la puerta y mostró el gafete que colgaba de su cuello, hasta entonces oculto bajo el brazo. El sobrestante lo tomó con desconfianza y lo acercó al rostro de Catalina, le pidió una identificación y cotejó en repetidas ocasiones sendas credenciales. Finalmente convencido, con un ademán de autoridad, permitió que se formase una brecha entre los granaderos permitiéndole el acceso a la Secretaría.

 

Por un momento se sintió desconcertada; ya había estado en el edificio pero nunca había visto al personal en operación. Pensó que lo más parecido que había visto era aquella terminal donde arribaban todo tipo de extraterrestres en aquella vieja película; pero dos segundos más tarde desechó esa impresión por agreste; pronto sería la esposa de un secretario de Gobierno y esas no eran representaciones propias de alguien en su posición. No, es como una reunión de la ONU –pensó– y sonrió aprobando lo atinado de su analogía.

 

Aún no terminaba de congraciarse cuando la interrumpió una funcionaria preguntando si podría hacer algo por ella. El momento la tomó desprevenida. Había pasado la mañana entera pensando si sería más beneficioso para Roberto el que pasase desapercibida dirigiéndose directamente a las oficinas o si debería hacerse notar; lamentaba no haberle preguntado a Roberto el día anterior. Su posición ya empezaba a incomodarla: el salto de diseñadora de interiores a esposa del Secretario de Asistencia y Fomento a las Denominaciones Religiosas no era nada sencillo. Para Roberto todo era más fácil: la secretaría había sido idea suya, él había creado la organización, seleccionado al personal, creado los formatos y requisitos, todo ahí era obra suya y, como si eso no fuese suficiente, Roberto parecía no tener muy clara la importancia de las apariencias. Para ella era diferente, como diseñadora tenía muy clara dicha importancia; por lo que saber cómo vestir, cómo actuar, qué actitud tomar y cómo comportarse con el nuevo círculo de Roberto eran decisiones importantes. El intempestivo arribo de la funcionaria arruinó lo que había preparado:

 

– Busco a… al secretario Roberto… ¡Tena! –corrigió rubicunda– busco al Secretario Tena, soy… soy su esposa.

 

La amabilidad de la funcionaria se transmutó en una de esas miradas réprobas tras las que suele esconderse la envidia:

 

– Está con los periodistas –espetó.

 

– ¡Sé con quién está! ¿Cree que si no me esperara habría pasado a los granaderos? –respondió un tanto irritada, golpeando con el índice el gafete que había levantado hasta los ojos de la funcionaria.

 

– Están en la sala de juntas –respondió la funcionaria, sabiéndose vencida– ¿quiere que lo interrumpa para decirle que está aquí?

 

– No, muchas gracias –reviró Catalina– una descortesía con la Prensa podría hacer peligrar el trabajo de muchos aquí. Esperaré a que salgan al recorrido.

 

Doblemente vencida, la funcionaria escoltó a Catalina hasta la sala de juntas en el segundo piso y le ofreció algo de tomar mientras esperaba, cosa que, desde luego, Catalina rechazó con cortesía suficiente para traslucir su falsedad.

 

Caminó hasta un vestíbulo cercano desde donde podía observarse el Espacio de atención a prosélitos y jerarcas. Justo debajo de ella se encontraba un módulo de orientación; cuatro o cinco estrafalarios sujetos se amontonaban frente a él. Un hombre barbado, coronado con un enorme bonete trataba de hacerse entender a gritos ante la recepcionista, zarandeando algunos formularios con evidente agitación. A la diestra del módulo, los nuevos solicitantes eran revisados por el personal de seguridad y más tarde atendidos por la cuadrilla de orientación secretarial. Reconoció a la funcionaria que la recibió, en ese momento hablaba con una gruesa marisabidilla de brazos tremulosos, ataviada con una túnica carmesí, laureada con una guirnalda de margaritas y enredaderas que hacían las veces de aladares. La funcionaria explicaba el tráfago que la pingüe amazona habría de transitar señalando ya los formularios, ya las ventanillas al otro lado del edificio. A su izquierda se encontraba la nave principal. Los módulos de atención no eran visibles, pero frente a ellos se extendía un escaque de asientos individuales en los que se exhibían los más heteróclitos engendros: espantajos y tarascas esperando turno, cercando una que otra feérica mormolicia, engalanados con los más variopintos paramentos, perendengues y perifollos; matando el tiempo embebidos en oscuros grimorios, recitando maldiciones, concentrando sus espíritus en algún punto en sus cuerpos o en algún lejano rincón en el Cosmos, en misteriosas ascesis, o reviviendo algún romance en una vida pasada.

 

Unos minutos más tarde se abrieron las puertas de la sala de juntas. La voz de Roberto, oronda, se escuchó entonces:

 

– El doctor Hernández les mostrará dónde poner las cámaras. Tendremos una vista de gran parte de la secretaría; desde ahí será más sencillo hacer nuestra exposición sin estorbar la operación del personal.

 

Los periodistas siguieron al doctor Hernández, un sujeto regordete y sudoroso, enjaezado, no sin dificultad, en una camisa a rayas y un traje color avellana, con un coqueto y ralo mostacho adornándole el labio superior. El doctor se defendía constantemente de sus humores con un costoso pañuelo, cuya rúbrica pretendía exhibir a cada acometida, como si con ello compensase la desagradable asepsia.

 

– ¡Kat! –dijo Roberto al percatarse de la presencia de su prometida y habiéndose librado de los reporteros– ¿Qué te parece el pandemónium?

 

Por un momento Catalina no supo qué responder, aquello le resultaba espantoso en muchos sentidos, pero no se sintió en confianza para afirmarlo; y no es que Roberto fuese a sentirse mal por su comentario; esta infame exhibición de adefesios era idea suya, pero siempre habían podido hablar de cualquier cosa, no, estaba preocupada por las repercusiones de lo que dijese, en particular por la prensa.

 

– Lo encuentro… peculiar, Roberto.

 

– ¡Oh Kat! ¡Cómo amo eso! ¿Lo sabías?

 

Catalina sonrió, se arropó en Roberto y lo besó brevemente. Nunca había entendido del todo qué era eso que Roberto amaba, pero ocurría con frecuencia y le gustaba.

 

– ¡Vamos, Kat!, ya deben haber montado el equipo. Preparé un buen espectáculo, ¡la publicidad es importantísima, Katy! ¡El fulcro de la palanca de Arquímedes! ¡Yo mismo elegí a los solicitantes que citamos hoy!

 

Catalina intentó sonreír. El entusiasmo de Roberto en este proyecto sólo era comparable a la beligerancia con que defendía el laicismo y acusaba al catolicismo en la universidad; pero los proyectos eran enteramente incompatibles, antitéticos, de hecho, ¡una dependencia de gobierno financiando religiones! ¡¿Cómo es que Roberto había llegado a eso?! ¡Roberto! ¡El mismo Roberto que hacía no mucho tiempo se regodeaba en lo sacrílego! Era sencillamente inconcebible.

Sus antiguos contertulios lo habían tachado de venal, y no habían faltado las acusaciones públicas de sus antiguos amigos en revistas subversivas, como la de Carlos Martell, su otrora más cercano compañero, que afirmó tajantemente que “Hay quien dice que detrás del ateísmo no hay más que un resentimiento hacia Dios, que se niega a una divinidad falsamente, que se trata de manifestaciones de la rebeldía adolescente, en ocasiones tardías. Hay quien dice que eventualmente todo el mundo entra en razón y que el caso de Roberto Tena, es un ejemplo de ello. Me siento obligado a decirles que lo ocurrido con Roberto Tena es sólo una manifestación de la más vil avaricia; que este badulaque se vendió por un puesto bien pagado en el Gobierno, y que el que los eclesiásticos lo tomen por ejemplo, es sólo una evidencia más de la inconsistencia entre las prédicas de la institución y los ideales que dicen defender”.

 

Roberto nunca habló del asunto y Catalina prefirió no abundar en ello. Cuando Roberto leyó las acusaciones de Carlos se limitó a un “ya entenderán”, y no dijo nada más. Siguió con el diseño de la secretaría, sin dar mayores explicaciones a nadie.

 

Se acercaron al grupo de periodistas en ese momento entretenidos en disputarse las mejores perspectivas. El más que heterogéneo grupo de solicitantes de registro se prestaba a espectáculo por donde se le viera. Los Medios oficiales destacarían la pluralidad religiosa más que evidente en aquel sitio; sus camarógrafos enfocaban a los peticionarios más extravagantes, centrándose en los contrastes. Los Medios comerciales encontraban un espectáculo como el que jamás habían visto, a partir de estas imágenes sería posible producir incontables programas, personajes o cápsulas informativas. Los Medios de oposición encontraban en todo aquello un enorme circo: Torcuato Maldonado, crítico de izquierda en boga en esos días, ya pensaba en su columna: “El circo de Tena”, pensaba sonriente. Atacaría por dos frentes, primero habría que ver qué se escondía detrás de esta pantomima, podría tratarse de las reformas de vigilancia sindical o alguna nueva concesión a los gringos, tendría que ser algo grande para ameritar una secretaría; luego habría que poner atención a lo que Roberto explicase, las frases incriminatorias son inevitables, sólo hay que saber dónde cortar una oración.

 

– Filma a la gorda de la bata y al del traje de colores… no, no, aquél del sombrero de picos… ¡Ese! –ordenó Torcuato al camarógrafo que lo acompañaba.

 

Al percatarse del interés de los Medios, Roberto sonrió complacido; así lo había planeado y los dejó filmar unos minutos más sin interrumpirlos.

 

– Bien –dijo finalmente– en este momento les hablaré sobre la operación de la Secretaría. Sé que tienen muchas preguntas, pero les pido que dejen para cuando regresemos a la sala de juntas las que no estén directamente relacionadas con la operación del sistema.

 

Como podrán darse cuenta, el ingreso se encuentra resguardado por las fuerzas de seguridad pública; eso no es parte de la secretaría, pero ha sido necesario para resguardar a los solicitantes de los manifestantes. Esperamos que en unas semanas todo se haya tranquilizado. La afluencia de jerarcas y prosélitos también será menor.

 

Para permitir el ingreso hay que hacer una cita previa a través de internet; esto disminuye los tiempos de espera y nos permite operar con mayor eficiencia. Todo solicitante debe llenar los formularios que, con seguridad, ya habrán descargado de nuestro portal y estudiado. Se les pide, asimismo, la documentación personal del solicitante con la finalidad de tener un representante oficial de la denominación religiosa a registrar. Por ahora sólo estamos registrando denominaciones, el financiamiento de actividades religiosas se llevará a cabo en un par de meses con el procedimiento que explicaré más tarde.

 

Si los solicitantes poseen todos los documentos requeridos se les permite el ingreso a la secretaría, y son recibidos por la cuadrilla de orientación secretarial: son las chicas que se encuentran a la derecha del módulo de información que está debajo de nosotros. Ellas son las encargadas de orientar a los solicitantes durante el proceso; su trabajo no es permanente, pero acertadamente previmos que habría una gran afluencia de solicitantes estos días y se les encargó esa función. El personal del módulo de información tiene esas mismas funciones.

 

Desde aquí no es posible verlo, pero más a su derecha se encuentran las oficinas de orientación religiosa. Si los formularios no son llenados adecuadamente o si el solicitante no cumple con algún requisito se le canaliza con el personal de orientación religiosa que ayuda a los solicitantes a ajustar su denominación a los formatos. Hay denominaciones muy complejas, pero créanme que todo ha sido planeado de manera tal que cualquier denominación pueda ser registrada.

 

– ¿Podría decirnos qué está requiriendo el gobierno para validar una religión? –interrumpió Torcuato Maldonado.

 

 – El Gobierno no valida religiones, amigo mío: registra denominaciones. Ninguna iglesia está obligada a registrarse y la secretaría no emite declaración alguna sobre ninguna creencia. Como usted sabe, la Constitución nos obliga a respetar cualquier tipo de creencias y el Gobierno no respalda a ninguna.

 

– No aún –volvió a interrumpir Torcuato– ya veremos cuando haya dinero de por medio.

 

– Trataremos ese tema en la sala de juntas, si tiene alguna inquietud sobre el sistema de financiamiento, estaré encantado de responder a sus preguntas.

 

Ahora bien, tratando de responder a su pregunta anterior, el registro de denominación religiosa requiere de satisfacer ciertos requisitos. El primero es el número de prosélitos. Se ha establecido un mínimo de 30 creyentes por denominación. Esto no es un número arbitrario, por supuesto. El Gobierno ha financiado seis investigaciones independientes: dos en universidades públicas, dos en universidades privadas y dos en institutos autónomos. Se les pidió, entre otras cosas, que determinasen el número mínimo de creyentes necesario para sostener un grupo religioso sin que este se disuelva en un año. 30 fue el número más pequeño que proporcionaron los investigadores. La Universidad Nacional, su alma mater, tengo entendido, calculó las tasas de crecimiento de más de 50 denominaciones encontrando una media mínima de 36 creyentes; y dos estudios experimentales independientes encontraron 35 y 37 respectivamente. En ánimos de inclusión optamos por pedir 30, a fin de impedir el registro de denominaciones individuales que para efectos de esta secretaría son irrelevantes y de evitar anegarnos en papelería con denominaciones que desaparecerán en un par de meses. Se pide a cada solicitante documentos probatorios de la existencia de los creyentes, en formatos físicos y electrónicos.

 

El registro de denominación tiene un costo de 500 pesos. Es tan solo una cuota de recuperación de papelería, archivo, alojamiento electrónico y para cubrir el costo de la Tarjeta de Denominación Registrada. Es un monto pequeño pero también aleja a algunas denominaciones improvisadas.

 

Por último están los formatos. Ha habido algunas dificultades, por supuesto; particularmente entre las denominaciones carentes de deidad, una que otra denominación sin prácticas o normatividades claras y las que no tienen un conjunto de creencias o dogmas inamovibles; pero nos las hemos arreglado hasta ahora. Eso es todo, en lo que a los requisitos atañe.

 

El trámite es en realidad sencillo si se cuenta con los mentados requisitos: se paga en la caja del fondo y se toma un turno para entregar la documentación. La magia sucede detrás de las ventanillas, claro, ahí se captura y archiva todo. Se asigna un número de registro a la denominación y se crea un espacio virtual para ella.

 

El solicitante obtiene un espacio en el portal de la secretaría desde el que puede publicitar su denominación. Es como abrir una cuenta en Facebook, vaya. Pero dejaré que esas cuestiones las expliquen los encargados de la división de espacios virtuales y electrónica.

 

Si el registro ha sido correcto, el solicitante se convierte en administrador de una cuenta electrónica desde la que puede manejar la información respectiva a su denominación. Se le entrega entonces una tarjeta personalizada con código de barras con la que puede realizar transacciones y adquisiciones financieras y llevar un cierto control administrativo sobre su organización.

 

Nuestra división de promoción de denominaciones registradas ha llegado a acuerdos con algunos patrocinadores para obtener descuentos en productos y servicios con el uso de la tarjeta, y ya tenemos varios convenios importantes.

 

Con la entrega de la tarjeta y un manual para el manejo del espacio virtual de la denominación, termina nuestro registro y el trámite principal que realiza la secretaría. Hay, desde luego, un par de ventanillas dedicadas a la solución de problemas de toda índole. Y distintas divisiones dentro de la secretaría encargadas de convenios empresariales, administración e innovaciones del espacio virtual, la división de tarjetas de denominaciones registradas y, por supuesto, la división de investigación de asuntos religiosos.

 

 Ahora, si nadie tiene alguna duda podemos seguir hacia la división de espacios virtuales y electrónica.

 

Nos las había. Las actividades de un montón de funcionarios públicos difícilmente servirían de alimento informático para las masas que los Medios procuran saciar. La gente necesita espectáculo: sangre, sexo, pasión, brutalidad o polémica y nada de eso ocurre en una dependencia gubernamental. De ocurrir, acaecería tras las ventanillas, y los burócratas no suelen ser, que digamos, generalmente reconocidos por su atractivo. Por lo que resulta evidente que ni la División de Espacios Virtuales y Electrónica, ni ninguna otra, les importaba un ápice. Lo sustancioso vendría con las declaraciones finales en la sala de juntas. Con todo, los reporteros siguieron a Roberto hasta la división.

 

– No desperdicies película en esto –sentenció Torcuato al camarógrafo, mientras encendía una grabadora de mano que le impedirá perderse que alguna declaración infortunada.

 

– Permítanme presentarles a Luís Antonio; ahí donde lo ven y con sólo 22 años, es nuestro contacto con la red y con el resto del mundo. Toño se encarga de los espacios virtuales. Él diseña las interfaces y los programas que nos permiten manejar cantidades descomunales de información.

 

– ¿Toño es la División de espacios virtuales y electrónica? –preguntó sardónicamente Lourdes Quezada, reportera de un diario virtual que a últimas fechas conseguía más lectores de lo que sus servidores eran capaces de soportar, y competencia de Torcuato Maldonado.

 

– Toño y Javier, el joven de los audífonos que se encuentra en aquel escritorio. Javier es el enlace entre esta división y la División de investigación de asuntos religiosos. Y le aseguro que yo no cambiaría este par de cerebros por todo el personal de su diario, señorita Quezada. Toño, explica, por favor, a los reporteros lo que obtienen las denominaciones con su registro.

 

Luís Antonio era un sujeto escueto de mirada evasiva; los cabellos, negros, le escurrían por la cara velando la mitad del rostro, la otra mitad estaba cubierta por un par de gafas de pasta casi tan grandes como las de Catalina, con los extremos, más que reparados, frangollados con cinta de aislar. Los incisivos frontales superiores sobresalían unos milímetros por sobre el resto de la dentadura dándole una apariencia conejuna. Entre los desproporcionados anteojos y dientes, sobresalía apenas una nariz breve y fina que provocaba en su voz un tono mecanizado. Con camisa a cuadros y pantalones entubados, difícilmente habrían podido conseguir alguien más estereotípicamente propicio para la División de electrónica.

Sin preámbulo de por medio, con palabras apresuradas y deseando con fervor que los reporteros se marcharan lo antes posible, se amoldó los lentes al remedo de nariz y dictó:

 

– El solicitante obtiene acceso general a una cuenta virtual. No un acceso irrestricto, no. Más bien un acceso de usuario principal pero sin permisos de administrador, je.

 

El usuario se enfrenta ante una retícula de celdas, la mayoría apropiadamente bloqueadas. Únicamente pueden ser llenados ciertos campos que han sido diseñados para adaptarse al volumen del contenido, aunque no se trata de un volumen eh… pues volumen. Son caracteres.

 

El usuario puede hacer modificaciones en el contenido de las celdas, pero dichas alteraciones no son publicadas hasta no ser aprobadas por nosotros. Digo nosotros la secretaría, yo no las apruebo. No es que no las apruebe por alguna… antipatía, digo yo no las apruebo porque yo no soy el encargado de eso, yo diseño el software. Eh…

 

El usuario crea una página para su denominación vaciando datos en las celdas que le proporcionamos. El formato está gráficamente limitado. O sea que todas las denominaciones tienen la misma apariencia. Eso facilita el análisis y recopilación de información y permite a los internautas comparaciones sistematizadas entre denominaciones. Si el usuario que administra el espacio virtual (aunque sin permisos de administrador, jeje) desea que los posibles seguidores de su denominación accedan a una exposición gráfica diferente a la que ofrece el portal puede colocar vínculos a otras páginas en la celda destinada para ello; ahí podrá exponer su credo con absoluta libertad gráfica.

 

Cualquier internauta puede acceder al portal de la secretaría para conocer las distintas denominaciones religiosas. El portal cuenta con un sistema de búsquedas con etiquetas que permite buscar denominaciones ya sea a través de su nombre o por algunas características previamente estipuladas por el usuario que administra la cuenta y por algunas otras etiquetas que nosotros añadimos en razón de coincidencias léxicas.

 

Así el usuario puede darse a conocer ante cualquier persona que cuente con acceso a la red y tenga interés en las denominaciones.

 

Toño terminó su exposición, volvió a ajustarse los anteojos y sonrió esperando que los reporteros se retirasen. Éstos, claro, entre la falta de interés y la poca claridad del expositor, no habían entendido ni el punto final. Pero Roberto, mucho más sensible, los invitó a la sala de juntas, consciente del desinterés de la prensa.

 

No los entretendré más con la organización –dijo Roberto, acomodándose en la sala de juntas frente a los reporteros– estoy seguro que todos ustedes tienen inquietudes, así que tratemos de resolverlas.

 

La mano de Ignacio Gómez, tenido por todos por apologista oficial de los emprendimientos gubernamentales, se levantó de inmediato, y sin esperar a que se le concediese la palabra, preguntó:

 

 – ¿De qué manera benefician las actividades de la secretaría a las instituciones y a la población general, cuántos empleos se han creado y con qué presupuesto cuentan?

 

– Comenzaré por su última pregunta. La Secretaría cuenta con un presupuesto realmente reducido. El inmueble fue incautado, según tengo entendido, a una persona culpable de lavado de dinero, únicamente fueron necesarias algunas adaptaciones superficiales para la construcción de los módulos de atención a la ciudadanía. No necesitamos mucho para funcionar. Como se habrán dado cuenta, el personal con que operamos es mínimo, casi todas nuestras divisiones se componen de no más de tres o cuatro personas, además de los pasantes que realizan servicio social, a los que hemos abierto las puertas, por ahora únicamente, en la división de investigación. Pretendemos ser una Secretaría eficiente que no engrose desproporcionadamente al Estado, por lo que me apena decir que en total no se han creado más de cuarenta empleos permanentes; al menos no directamente.

 

Este año nos limitaremos al registro institucional, y el trámite de registro es, digamos, prácticamente autosustentable. El año siguiente, cuando comencemos a financiar proyectos, nuestro presupuesto crecerá.

 

Respondiendo a su primera pregunta. El registro de denominaciones está pensado como un sistema de democratización de la oferta religiosa. La población se ve beneficiada con el conocimiento de la pluralidad religiosa existente. Esto ayuda a las doctrinas emergentes a contar con un espacio de exposición de sus credos, de manera tal que pueden competir con otras convicciones religiosas en igualdad de condiciones: ninguna denominación recibe un trato preferencial, todas cuentan con un espacio y un registro idénticos para ofertar a la ciudadanía sus cosmologías, cosmogonías, normatividades y beneficios.

 

La ciudadanía, por su parte, obtiene una gama de posibilidades religiosas bastante amplia. Nuestro sistema de búsquedas por etiquetas, le permite a los internautas filtrar las religiones en razón de sus intereses. Es como acudir a un restaurante: no es lo mismo que te ofrezcan dos opciones a que te ofrezcan cientos de platillos diferentes. Nuestro portal hace las veces de menú y los comensales pueden elegir el platillo que más les convenga. La Secretaría, desde luego, no interfiere de manera alguna con el proceso de selección, ni sugiere o recomienda al internauta ninguna opción religiosa.

 

El año entrante pretendemos financiar proyectos siguiendo el mismo sistema que siguen actualmente algunas otras dependencias gubernamentales: realizaremos convocatorias con temáticas específicas, diferenciadas por grupos de edad.

 

Las distintas denominaciones religiosas serán notificadas de las mismas a través de sus espacios virtuales. Se entiende, claro, que únicamente podrán participar las denominaciones debidamente registradas. Si una denominación quiere acceder al financiamiento, deberá preparar un proyecto de intervención relacionado con la temática convocada por la Secretaría. Digamos, por ejemplo, que lanzamos una convocatoria para la atención a adultos en plenitud: quienes quieran ser financiados deberán preparar y presentar un proyecto destinado a mejorar la calidad de vida de dicho segmento de la población.

 

La denominación está obligada a presentar tres cosas: primero, por lo menos tres estudios serios, realizados por instituciones académicas reconocidas y publicados en revistas certificadas de que sus actividades que van a realizar han demostrado mejoras significativas (y hablo de estadísticamente significativas) en la calidad de vida del grupo en que realizarán la intervención. Segundo, el proyecto formalmente presentado, en los formatos elaborados por la secretaría para tales efectos. Tercero, documentación probatoria de que poseen la capacidad de realizar lo que proponen.

 

Los distintos proyectos serán analizados por comités formados por ternas de expertos en los temas, y no habrá contacto, en ningún momento del proceso, entre los solicitantes de financiamiento y quienes seleccionen los proyectos para impedir cualquier suerte de contubernio. Los proyectos más viables serán financiados y seguidos administrativamente a través de las tarjetas de denominación registrada. En la página de cada denominación se notificará a los internautas de los proyectos que la organización religiosa está llevando a cabo y del estado de los mismos, con alertas especiales por defraudación o incumplimiento. Así, los posibles prosélitos pueden estar enterados de detalles importantes para la elección de su culto.

 

– ¿Qué opina de la violación a la laicidad del Estado de la que se le acusa? –gruñó Torcuato Maldonado.

 

– Opino, primero, que el asunto ya ha sido dirimido por todas las instancias jurídicas del país y que todas ellas, sin excepción, han encontrado nuestras actividades enteramente constitucionales. Segundo, que quienes nos han acusado de ello han malentendido el término laicidad y las relaciones entre las iglesias y el Estado: ningún jerarca o funcionario de ninguna institución religiosa participa en el proceso de toma de decisiones de la Secretaría. Los invito a escrutar la nómina de la secretaría y buscar una sola persona que haya fungido alguna vez como funcionario de alguna iglesia, verán que no hay eclesiásticos inmiscuidos en el asunto. Las iglesias y el Estado continúan enteramente disociadas, por lo que no existe vulneración alguna a la Constitución.

 

La mentada escisión establecida en nuestra Carta Magna no estipula en ningún momento que las actividades asistencialistas de las instituciones religiosas no puedan ser financiadas por el Gobierno. Al contrario, hoy en día, el Estado financia los proyectos de asistencia y desarrollo emprendidos por numerosas asociaciones civiles, discriminando las emprendidas por grupos religiosos. Puesto que el primero constitucional prohíbe la exclusión en razón de las creencias, resulta evidente que el no financiarlas es una violación de lo determinado por la Ley.

 

Creo que quienes nos acusan deberían informarse mejor antes de hacer inculpaciones. Por supuesto, es comprensible que exista un cierto recelo ante la posibilidad de que alguna denominación utilice los recursos del Estado para promocionarse. Es imposible afirmar que esto no vaya a ocurrir, pero le aseguro que la administración de los proyectos está rigurosamente vigilada. Ahora bien, si una institución ha hecho un buen manejo de los recursos y ha ayudado a un determinado grupo de personas, inevitablemente adquirirá renombre, ¿les parece esto una injusticia?, ¿creen que es un descalabro para el Estado el que una institución que hace un buen manejo de los recursos y ayuda a un grupo vulnerado sea reconocida por su trabajo? El contrato que las denominaciones religiosas y la Secretaría convienen, estipula claramente que los recursos no pueden ser empleados para la difusión propagandística o publicitaria de la denominación; las actividades o beneficios tampoco pueden ser condicionados a los demandantes de los mismos, por ningún motivo, so pena de no volver a obtener financiamiento (y hablo tanto de la denominación como de sus representantes), y bajo la amenaza de ser incoados por malversación de fondos públicos.

 

Me parece que hemos tomado las reservas necesarias, pero, desde luego, estamos dispuestos a escuchar a quienes se oponen, particularmente en lo que respecta a las abras legales y fragilidades del sistema propuesto. Si alguien encuentra una veta por la que se pudiese fracturar la separación entra las iglesias y el Estado por nuestra causa, estaré más que agradecido de escucharla. Pero hasta ahora sólo he escuchado acusaciones infundadas.

 

– ¿Por qué la Iglesia Católica se ha negado a inscribirse en el registro? –preguntó un joven reportero que Roberto no reconoció, pero que parecía no acompañarse de camarógrafos, por lo que no debía provenir de un Medio poderoso.

 

– Creo que eso deberá preguntárselo al alto clero. En atención a la cantidad de fieles que dicha Iglesia administra y a la estructura jerárquica de esta institución les hemos dado algunas facilidades. No pedimos que el Papa venga a hacer el trámite. Nuestro registro es únicamente para denominaciones que ejercen en el país, y por tanto, el registro de la Iglesia se realizaría a través de los prelados nacionales.

 

Suponiendo que no sea digno de la posición del arzobispo el tener que realizar trámites burocráticos, les hemos sugerido realizar su registro mediante un apoderado legalmente autorizado. Pero no hemos obtenido respuesta. Suponemos que recapacitarán antes de que empecemos a prorratear recursos. Pero si esto no es así, no podemos hacer nada. Como ya he dicho, ninguna organización está obligada a inscribirse en el registro. Ni hay eclesiásticos inmiscuidos en la conducción de la Secretaría, ni nosotros nos entremeteremos de ninguna manera en sus decisiones institucionales.

 

En verdad esperamos que recule, pues hemos recibido decenas de solicitudes de conventos y parroquias, así como asilos y albergues administrados por ellos que, sin duda, están interesadas en el financiamiento de sus actividades.

 

Actualmente trabajamos para adaptar el registro a las denominaciones subordinadas; pero nos ha sido más funcional registrarlas como una denominación independiente. Hay en el catolicismo un sinfín de carismas, muchos de ellos contradictorios entre sí, por lo que es mucho más funcional abrir un espacio autónomo para cada uno, con sus propias etiquetas para que puedan ser más fácilmente catalogados y ubicados por los internautas.

 

Desde luego, se le ha notificado a los representantes de los distintos carismas que la Iglesia Católica se ha negado a inscribirse en el registro y ha ordenado a sus dependencias que se abstengan de registrarse, pero algunos de ellos han insistido tanto y el interés en obtener su registro es tal que han optado por denominarse como escisión del credo católico.

 

Pero insisto, sería mejor que se aceraran a los jerarcas religiosos para resolver esa cuestión.

 

– ¿Qué responde a las declaraciones de Carlos Martell, en tanto a que lo único que busca es hacerse de dinero? –zahirió Lourdes Quezada.

 

– Creo que Carlos no ha sido capaz de vislumbrar los alcances de este proyecto. Y creo que no ha alcanzado la madurez necesaria para entender que no todo lo que huela a religión es malo, ni para hacer un cálculo menos disparatado de cuánto gana un secretario.

 

– ¿Cuánto gana, secretario? –inquirió una voz entre las cámaras.

 

– Eso no se los contesto porque no quiero causar lástimas –bromeó Roberto provocando hilaridad en la audiencia.

 

La presentación con la prensa terminaba. Todo había ocurrido como Roberto lo esperaba. Los reporteros se retiraron con la promesa de ser atendidos cuando lo deseasen. Algunos de ellos pidieron hacer algunas tomas más desde el vestíbulo; los demás, la mayoría, salieron a grabar las manifestaciones a esa hora ya por poco apagadas. Eran casi las tres de la tarde y los revolucionarios volvían a sus campamentos a renovar el olor a marihuana que el viento atroz se esforzaba en esfumar. Los reporteros se agruparon en dos bandos: los siniestros, que iniciaron el acecho y caza de barbados comandantes; y los veros que, campamento adentro, se lanzaron tras los sitibundos de bermejos ojos. Roberto, satisfecho, sonrió a Catalina que le contestó con una mirada de ya no soportar los zapatos.

 

– ¿Pedimos una pizza? –preguntó Roberto, una vez en casa.

 

– No te entiendo, Roberto, de verdad que no –respondió Catalina quitándose los zapatos y dejándose caer sobre el sofá.

 

– ¿No se te antoja? –preguntó él.

 

– ¡Toda tu vida detestaste la religión, Roberto! En la universidad eran tonterías que se inventaba la gente, miedo y consuelos ante la muerte, explicaciones tontas y demás; luego fueron cosmovisiones antiguas surgidas de las posibilidades técnicas, perceptuales, léxicas y quién sabe qué tanto; luego fueron instituciones peligrosas que atentaban contra los derechos y las libertades. La agarraste contra la Iglesia católica y la culpabas de todo, ¡¿ya no te acuerdas?! ¡Yo me acuerdo perfecto de tus discursos y tus indignaciones! ¡Y de pronto esto! ¡De pronto, te inventas una Secretaría para darles dinero! ¡Pagada con nuestros impuestos, Roberto! ¡¿Cómo es posible?! ¡Todos nuestros amigos nos detestan! ¡Tienes que decirme porqué, Roberto! Porque no voy a seguir sin saber con quién sí puedo hablar y a quién sí debo contestarle, y estar viviendo en el limbo sin que tú me expliques qué está pasando. Porque lo de la democracia y quién sabe qué, te lo creerán los periodistas pero yo no.

 

– ¡Oh, Kat!, ¡Mi hermosa Kat!, ¿En verdad no lo entiendes? ¡Katy preciosa!, ¡la Secretaría es la cúspide de mis proyectos! ¡La materialización de todos mis anhelos! ¡Oh, Kat! ¡Estoy transformando la Historia! ¡Las religiones no volverán a ser lo mismo! ¡No en este país, al menos! ¡¿No has visto el afluente de místicos, sátiros, magos, brujas y bichos raros que se presentaron al registro?! ¡¿Te das cuenta de que todos ellos serán colocados en el mismo nivel que el resto de las instituciones religiosas?! Dile a la gente que lo que cree es un absurdo y pensará que eres diabólico, ¡te condenará en nombre de sus devaneos!; demuéstrales que lo que dice no tiene sustento alguno, que no son sino desvaríos propios de un demente: te encontrarán un lugar en sus infiernos; pero no le digas nada, y colócalo frente a una retahíla de despropósitos, dale la libertad de elegir el suyo de entre la infinidad de credos existentes y le será irrefragable la insensatez del propio; sabrá, por experiencia directa y por deducción propia, que no son más que desatinos, y si aún así decide creer, sabrá que sus necedades no son mejores que las de un grupo de adolescentes desliendo un aquelarre.

 

La Ciencia jamás podrá con la Religión porque operan con lógicas distintas. A no ser que se encuentre una fórmula para la inmortalidad jamás podremos deshacernos de los efectos nocivos de los credos para con las libertades o el progreso. El secreto no estaba en combatirlas, llevábamos todas las de perder y Carlos Martell no pudo o no quiso verlo. No es en el campo ideológico donde hay que librar la batalla y no son los argumentos las armas que debemos emplear. Eran la cotidianeidad y las prácticas regulares el terreno hacia donde debíamos dirigir la batalla y es el dinero lo que debemos emplear como arma.

 

Aunque se disfracen de ideología, las iglesias, hoy en día, son negocios; jugosos negocios que lucran con la miseria de la gente, sobre todo la más pobre y la más ignorante. Si yo controlo el afluente de recursos: controlo a las iglesias. La secretaría convertirá a las congregaciones religiosas en organizaciones de asistencia civil. Los dogmas quedarán relegados en razón de la pluralidad de los mismos y lo que distinguirá a una de otra será su trabajo con la población.

 

Además les estamos exigiendo presentar evidencias científicas de las bondades de sus prácticas, ¡las estamos obligando a seguir la lógica de las ciencias! ¡Ya no podrán apelar al misterio y el desatino! ¡Tendrán que probar sus afirmaciones con estudios empíricos! ¡Jamás en la historia habían tenido que hacer eso, Kat!

 

Al principio nadie pondrá atención a lo que ocurre con la Secretaría y las organizaciones. Hasta que empiecen a aparecer las alertas. Entonces la gente sabrá que su organización está malversando fondos; pertenecer a ella implicará un cierto desprestigio y ante la posibilidad de pertenecer a otra denominación le será más fácil cambiar. Sobre todo a las siguientes generaciones, ya acostumbradas a los canjes de fe. Eventualmente importará más la ausencia de alertas y el recto comportamiento de las instituciones que las creencias; y cuando eso ocurra, las iglesias ya no serán tales, serán organizaciones cualesquiera compitiendo por recursos con proyectos de asistencia. Pero nadie lo notará porque el sistema sigue una evolución gradual y continua.

 

¡¿Te das cuenta, Kat?! ¡Las instituciones religiosas jamás volverán a ser iguales! ¡La Secretaría va a secularizarlas! ¡Las convertirá en organizaciones de asistencia civil! ¡Fracciones de un sistema de competencia por recursos! ¡Diablos, si hasta pensé en estructurar el sistema de competencia a manera de pirámide para obligarlos a escalar posiciones! ¡Es su mismo sistema! ¡¿Te das cuenta?!

 

– Creo que exageras, Roberto. No puedes prever lo que ocurrirá con tal precisión. Así no funcionan las sociedades, tú siempre lo has dicho: no son lo que queremos que sean, son lo que vamos construyendo.

 

– ¡Oh, Kat! ¡Mi brillante y bella, Kat! Las seis investigaciones que hicimos antes de emprender el proyecto iban más allá de la determinación de números mínimos en el tamaño de la grey; probamos experimentalmente este sistema y todos los estudios llegaron a la misma conclusión. Claro que no podemos vaticinar todo lo que ocurrirá, pero trataremos de controlar las variables extrañas para que todas las piezas vayan embonando donde deben.

 

Hasta ahora sólo la Iglesia Católica ha precavido lo que puede ocurrir, por eso se ha negado al registro. Pero es demasiado grande y demasiado errática en el cúmulo de carismas que comporta como para tener control sobre todos. Sus núcleos necesitarán de recursos, financiaremos a varios para causar un sisma entre ellos y muchos se convertirán en denominaciones independientes. La presionaremos para que se integre. Será un trabajo difícil, pero nuestra arma más poderosa es el financiamiento de actividades asistencialistas, y nos auspiciamos en la democracia y en la igualdad. La gente entenderá que esa iglesia se rehúsa a reconocer a las otras y su dogmatismo, que es completamente contrario a los ideales actuales, generará mayores aversiones contra ella. Y no sé… ya iré pensando en otras estrategias…

 

¡¿Puedes verlo, Kat?! ¡¿Lo ves?! –inquiría Roberto ya en pleno paroxismo– ¿Ves por qué no podía explicarte el proyecto? Tampoco le he contado a Carlos, y él no pudo ver lo que ocurría, pero ha reaccionado de manera muy favorable para con el objetivo. Sus ataques despiertan menos sospechas en nosotros; bueno, desvían la atención despertando sospechas en otros aspectos. Los Medios de izquierda nos favorecerán por lo mismo. Por eso invité especialmente al diario del insufrible Torcuato, sabía que lo enviarían a él. Los Medios de derecha se mostrarán encantados de que financiemos a las iglesias y los Medios oficiales secundarán todo lo que hagamos, dibujando un nimbo de santidad alrededor de la Secretaría. Mi trabajo es hacer que todo en la Secretaría funcione de la manera más pulcra e incuestionable posible.

 

Los ojos de Roberto centelleaban de excitación. Catalina se quedó pensativa sin saber qué pensar sobre el asunto.

 

– No sé, Roberto, me da un poco de miedo. Lo encuentro… no perverso; más bien… maquiavélico… me asusta.

 

– Es el cambio, Kat, el cambio siempre provoca esas sensaciones.

 

 

 

Agosto 2013

 

 

 

 

 

La secretaría

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