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Sitio web dedicado a la preservación del hábitat del Armandopithecus mexicanus inpudicum. Reserva de la exósfera.

Iconoclastia mexicana

preámbulo

La semana pasada acudí a la Facultad de Filosofía y Letras para acompañar a un buen amigo en su examen de grado. Se titulaba con una traducción y estudio introductorio de dos textos latinos de Marsilio Ficino, inéditos en castellano.  Sin presentación que antecediese al interrogatorio, el primer jurado comenzó inquiriendo a mi amigo en tanto al carácter filosófico de su trabajo y no pude sino sonreír al recordarme en idéntica situación cuando presenté mi tesis en la Facultad de Psicología y a mi director diciendo que no le encontraba la psicología por ningún lado.

Imagino que, en la actualidad, este es un problema generalizado en la mayoría de las disciplinas. Las constantes indagaciones de los jurados en tanto a la pertinencia de los estudios para con una rama del saber, evidencia una corriente imposibilidad para determinar los límites de nuestras taxonomías del conocimiento; y con ello, la naturaleza artificiosa y arbitraria de nuestra categorización de los saberes.

Lo que ayer parecía evidente: hoy ya no lo es tanto. Nuestras ramas se difuminan imbricándose unas con otras, de tal manera que las representaciones categóricas de las mismas resultan insuficientes. Las exigencias de interdisciplinaridad, hoy en boga, son resultado de estas simbiosis y, a su vez, un desesperado intento por sostener nuestras deleznables clasificaciones. Para quienes han obtenido el rango de licenciadores en algunade estas ramas, debe ser bastante duro ver cómo se les deshacen entre los dedos.

Pero este proceso de difuminación no es exclusivo de las ciencias; en las pasadas décadas se ha venido encontrando la humanufactura de prácticamente todo lo que conocemos. Los más profundos cimientos de la actividad humana: la verdad, la razón, la bondad o la justicia, se han expuesto como emanadas de nuestras potencialidades cognoscitivas. Esto ya lo denunciaba Nietzsche hace poco más de cien años y, desde luego, los antiguos Griegos hace unos dos mil quinientos, como Metrodoro de Kíos que afirmaba:

"Ninguno de nosotros sabe nada de nada; ni siquiera esto mismo de si sabemos o no sabemos, ni si sabemos que sabemos que sabemos o que no sabemos; ni si en total hay algo o no lo hay. Todas las cosas son lo que uno piense de ellas"

O Protágoras cuando parcamente sentencia:

"El hombre es la medida de todas las cosas"

La "novedad" es, quizá, que la realidad misma: la realidad de verdad, la realidad objetiva, la incuestionable, aquella por sobre la que supuestamente sobreponíamos nuestras patrañas, antojos y añoranzas no es sino resultado de nuestra misma humanidad.

Esto, a la luz de dos formas del conocimiento: los estudios transculturales, que demuestran la inexistencia del sujeto con independencia de la cultura; y la Historia, que evidencia la relatividad ontológica de la realidad, dada su variabilidad temporal.

En palabras simples: las cosas no son como son en todos lados ni siempre han sido de esa manera.

Aunque, claro, la Historia misma no es ajena a la subjetividad y resulta, por tanto, necesario precisarla. ¿Qué es la historia? La pregunta, evidentemente, no tiene una respuesta única ni clara ni precisa. Se han formulado muchas definiciones y varían en función del bagaje cultural, léxico y poético del autor. Yo prefiero la escueta categorización de Marc Bloch: "La ciencia de los hombres a través del tiempo", pues permite un campo de investigación más amplio, pero estas cuestiones son siempre al gusto del que se adentra en estos temas.

Más importante que definirla es comprender para qué nos sirve. La Historia sirve para entendernos. Todo lo que somos, lo que creemos, lo que pensamos, lo que hacemos y las razones por las que lo hacemos es resultado de un proceso histórico de construcción de nosotros mismos como humanos. Aún aquellas particularidades de nuestra humanidad absolutizadas bajo el rótulo de "biológicas", y que algunos se empeñan en objetivar, son artificios pues, como sugiere Charles Blondel (1928):

"Sería imposible obstinarse en determinar de plano maneras universales de sentir, de pensar y de actuar".

Una explicación holística del humano requiere, forzosamente, de una contextualización en tiempo y espacio. Comprender este proceso nos permite explicarnos ya como individuos ya como grupos ya como colectividades.

Ahora, a muchos lectores se les dificulta entender estas cuestiones por varias razones: los más, porque no encuentran una relación clara entre un montón de guerras, clodoveos, licurgos o constantinos y sus vidas actuales; esto, porque la Historia es una de las asignaturas peor impartidas en México. Aprendemos Historia como si de hechos aislados se tratase y sin mayor repercusión en la actualidad; nos enseñan una Historia como si no fuese nuestra historia; aprendemos en vez aprehender.

Otros, porque sencillamente no alcanzan a comprender cómo, si a lo largo de la historia se han dado tantos cambios, todo sigue tan igual; ¿Qué importancia puede tener la independencia si hoy somos igualmente dependientes de otras naciones?, ¿De qué ha servido derrocar al dictador usurpador, al Santa Anna o al Porfirio, si la mayoría de la gente vive exactamente igual y hoy tenemos otros secuestradores del poder que se rotan periódicamente y mantienen al "pueblo" oprimido, sin participación alguna en la toma de decisiones?, no me atrevería a negar estas razones –particularmente porque se trata de una interpretación personal– pero esto de ninguna manera limita a la Historia y su potencial hermenéutico; la historia puede dar logos (cuenta y razón) de nuestra situación, pero ocurre que no sólo nos enseñan mal la historia, sino que además nos enseñan una historia plagada de patrañas, adulterada intencional y conscientemente con la finalidad de manipular a las masas.

Así lo pretextaba don Nemesio García Naranjo, profesor de historia de la ENP, diputado federal, subsecretario y Secretario de Instrucción Pública en 1914, fundador de revistas y periódicos, miembro destacado de la Academia Mexicana de Historia y refundador del sistema educativo mexicano:

"No hay que hablarle a un niño de las faltas que cometieron sus padres, ni tampoco de los defectos colectivos que aminoran el culto de los antepasados.
Los alumnos les preguntarán a los maestros sobre la vida de la Patria; y los maestros les deben contestar envolviendo a México en un velo piadoso tejido con el hilo de la fantasía... Que se hagan hombres creyendo que la Patria es una especie de Canaán celeste, una Nación Pletórica de virtudes y de gloria, forjada por héroes y por santos; que sueñen con un México lleno de milagros y de dulzuras, un México de cuento de hadas.
No debemos olvidarnos de que nuestro país se encuentra todavía en embrión, y por lo mismo no aguantaría la autocrítica brutal que pueden resistir las culturas milenarias"

Falsear la historia tiene muchas utilidades: alentar el patriotismo y el orgullo nacional, esconder nuestras idioteces y bellaquerías nacionales, generar la sensación de que hemos ido mejorando con los siglos, aunar a la sociedad en objetivos comunes, entre otras mucho más grotescas; los héroes nacionales se convierten en modelos a seguir o ejemplos de lo que supuestamente se puede lograr con grandes esfuerzos –como el pobre pastorcito zapoteco que llegó a Presidente que aparece en las representaciones del 21 de marzo– y, desde luego, como denunciaba Marx: legitimar y sostener a una clase gobernante en el poder. Así lo explica el historiador Georges Duby:

"Desde luego, así son los sistemas de representaciones que tienden a preservar las ventajas adquiridas de las capas sociales dominantes [...] La organización ideal con la que hacen soñar las ideologías más revolucionarias también se percibe, al término de las victorias que esas ideologías incitan a obtener, como un establecimiento definitivo: ninguna utopía llama a la revolución permanente."

Nada mejor para entender las palabras de Duby que una mirada a las transformaciones nominales del PRI: fundado por Calles en 1929, disfrazado de heredero de la Revolución como: "Partido Nacional Revolucionario" que, como dice Octavio Paz:

"Aseguró la dictadura revolucionaria. Mejor dicho: la dictadura del grupo vencedor en la lucha entre las facciones."

Cárdenas le cambia de nombre en 1938 a "Partido de la Revolución Mexicana" y, una vez apoltronado en el poder, esto es, convertido en Institución, Miguel Alemán le cambia el nombre a "Partido Revolucionario Institucional", en 1946.

Como adalides de la Revolución, los priistas se apoderaron del poder por décadas y décadas; falsear la historia, llenándola de héroes impolutos, les permitió mantenerse incuestionados, durante algún tiempo, sin tener que recurrir a la represión violenta.

Una historia falseada, con superhéroes que nos "dan" patria, legitima el sistema de gobierno que tanto trabajo ha tomado construir y por el que nuestros héroes dieron la vida. Explica porqué los están en el poder están ahí y no la gleba; y los presenta como dirigentes obligados que hacen su mejor esfuerzo, y que, si tienen al país como lo tienen, es por su ineficiencia y no por tratarse de usurpadores que buscan sostener sus privilegios.

Y se podrá decir que eso es cosa del pasado y que ya no les sirve como antes porque la gente ha despertado y hoy los mira como lo que son; pero eso absurdo, y evidencia de ello es que la ideología del superhéroe está profundamente arraigada en la mente del mexicano común. A lo más, pone sus "esperanzas" en un nuevo redentor emergido del mismo grupo y sin posibilidad alguna para transformar sustancialmente las cosas. Pero ese es otro tema.

Toda esta palabrería no es sino un vasto preámbulo que antecede a una serie de textos cortos sobre la historia de México y en particular sobre los dos acontecimientos cuyos centenios conmemoramos: la Independencia y la Revolución; a los que intitulo Iconoclastia mexicana y que, como su nombre indica, pretenden echar por tierra nuestras patrañas en lo que estas celebraciones respecta, exponiendo a nuestros superhéroes en relación con lo que pretendían y lo que consiguieron.

Pretendo con ellos hacer un poco más comprensible la situación en la que nos encontramos los mexicanos, ampliar nuestro panorama histórico o, tan siquiera, acercarlos un poco a una historia menos distorsionada. No pretendo, de manera alguna, ostentarme como detentor de la verdad. A lo más, deben entenderse estos textos como un anecdotario de curiosidades entremezcladas con los disparates de un ocioso inadaptado social, con un gusto enfermizo por cuestionar lo que la gente respeta y valora.

Puesto que la lectura no es uno de nuestros fuertes y tiendo a explayarme, el texto sobre la Independencia está dividido en tres partes –que espero poder terminar antes del 16 de septiembre–, hago pública la primera junto con el preámbulo que refiere al período anterior a 1810. Espero les divierta, impacte y sea útil, así sea sólo como tema de conversación en la borrachera conmemorativa.


Textos citados:

Charles Blondel (1928). Introducción a la psicología colectiva. Citado en Duby (1974) (Vid infra).
Georges Duby (1974). Historia social e ideologías de las sociedades. FCE.
George Duby (1961). Historia de las mentalidades. FCE.
Marc Bloch (2000). Introducción a la historia. FCE.
Metrodoro de Kios y Protágoras, compilados en Juan David García (1980) Los presocráticos.  FCE.
Nemesio García Naranjo. Citado en Juan Miguel de Mora. Gatuperio.Siglo XXI.
Octavio Paz (1970). Posdata. Seix Barral.

Agosto - 12 - 2010

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