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Sitio web dedicado a la preservación del hábitat del Armandopithecus mexicanus inpudicum. Reserva de la exósfera.

Alocución conminativa por la correcta representación gráfica del güey

La posmodernidad ha traído grandes cambios en nuestras vidas; uno de los más notorios, sin duda, ha sido la difusión y generalización del uso de las redes sociales virtuales. Dadas las características de dichos medios, la comunicación a través del lenguaje escrito ha alcanzado proporciones inconmensurables y, simultáneamente, un barbárico relajamiento de las normas esenciales de la escritura.

Esta guisa de medios han difuminado las barreras entre el habla y el lenguaje. Poco a poco nos vemos invadidos de neologismos, onomatopeyas y aberraciones de todo tipo. Este cambio es a todas luces irrefrenable y culminará en un cataclismo léxico que, muy probablemente, terminará en una precariedad terminológica similar a la del pasado más remoto de la humanidad, cuando nos comunicábamos con gemidos y señales y, a su vez, en una merma de las ya de por sí escuetas posibilidades mentales de las nuevas generaciones.

Es obligación de cualquier ortodoxo del lenguaje hacer un esfuerzo inútil –como el de toda ortodoxia, por cierto– por refrenar esta situación y el presente texto responde a este deber.

Además de sus estragos en el lenguaje escrito, las redes sociales han hecho posible que conozcamos cada vez más personas. Dicho incremento en la cantidad de nuestras interacciones sociales virtuales se corresponde con la cada vez más imperiosa necesidad de emplear y representar gráficamente el término güey.

Por lo que a mí toca, entre las cientos y cientos de veces que he tenido el infortunio de leerlo, no lo he visto correctamente escrito jamás. La situación es comprensible puesto que el término resulta por demás equívoco, no sólo en razón de su consabida y evidente polisemia que lo convierte en un constructo vocálico inaprehensible fuera de un contexto léxico y situacional determinado, además, entraña cabe sí un conjunto de problemáticas léxico-gráficas en absoluto baladíes, de las que no pocos eruditos se han ocupado.

Puesto que la mudable polisemia del concepto haría de esta alocución un absurdo: limitaremos nuestra disertación a su correcta escritura y dejaremos que el tiempo, los usos y las costumbres den cuenta de lo demás.

A estas alturas ya debe resultarles evidente que la forma correcta de representar el término es “güey”, ¿Por qué? Bueno... el asunto no es sencillo. Los problemas comienzan desde la primera letra pues, no obstante que el grafema “g” suele representar al fonema consonántico obstruyente-oral-sonoro-velar /g/ y el grafema “u” hace las veces del fonema vocálico velar-cerrado /u/ cuya concatenación –en el orden antes citado– debería resultar en la evocación de un sonido que comienza por una expulsión neumática guturalmente obstruida, con la lengua reposando en el paladar blando, que se abre casi inmediatamente sólo para ser obstruida nuevamente por una inconclusa oclusión labial, como ocurre con la palabra “guanábana”, es regla general en el Español que cuando dicha secuencia gráfica antecede al grafema “e”, que representa al fonema vocálico palatal de abertura media /e/, o al grafema “i”, que simboliza el fonema vocálico palatal de apertura cerrada /i/, adquiere propiedades fónicas distintas, en las que el fonema /u/ no es emitido.

Para el caso que nos atañe, la secuencia gráfica “gue” no debe ser emitida como una expulsión neumática guturalmente obstruida, con la lengua reposando en el paladar blando, que se abre y re-obstruye por una inconclusa oclusión labial, volviendo a abrirse mientras la lengua abandona el paladar blando y se encamina hacia el paladar duro; sino como una expulsión neumática guturalmente obstruida con la lengua sobre el paladar blando que se abre con una oclusión labial media acompañada de una súbita elevación de la lengua, como ocurre en las palabras “guerra” o “burgués”, en las que el fonema /u/ no es evocado.

Es, igualmente, una antigua regla del Español que si se desea la pronunciación del fonema /u/, cuando ésta se encuentra antecedida del grafema “g” y sucedida por los grafemas “e” o “i”, el grafema “u” debe ser diacríticamente representado con diéresis: “ü”, como ocurre con las palabras “pedigüeño” o “pingüino”. Puesto que en la palabra en cuestión se busca la pronunciación del fonema /u/ y no la evocación de las secuencias fónicas /jey/ o /gey/ y en atención al principio de adecuación entre la grafía y la pronunciación, el término debe ser gráficamente representado con diéresis.

Ahora bien, la secuencia fónica /u-e-i/ conforma un triptongo, por lo que “güey” viene a ser un monosílabo, razón por la cual no debe ser acentuado, bajo ninguna circunstancia.

Y llegamos al final de la palabra que es igualmente problemático. Los hispanoparlantes no diferenciamos fonéticamente entre el grafema “y” y el díptico “ll” también llamado “doble ele”, fenómeno conocido como “yeísmo”, y, como si esto no fuese suficiente, el grafema “Y” puede representar al fonema consonántico oral-obstruyente-palatal /ll/ o al fonema vocálico palatal de abertura cerrada /i/, razón por la cual se le conoce como “ye” o “i griega”. Con todo, es regla del Español que cuando el fonema /i/ es átono y se encuentra en posición final de la palabra, precedido de una o más vocales con las que forma un diptongo o triptongo, debe ser representado con el grafema “Y”, como ocurre en las palabras “buey”, “hoy” o “ley”.

Siendo este el caso de “güey”, la palabra debe ser culminada, invariablemente, con el grafema “y”.

Insultar con propiedad es una obligación de todo hispanoparlante orgulloso de Lengua. Un improperio mal escrito demerita más a quién lo garrapatea que quien alude y la única realmente lacerada es nuestra Lengua.

No quisiera terminar esta alocución sin invitarlos a indagar en las formas correctas de injuriar o motear a sus compinches. Un agravio bien escrito es el mejor adorno para un mote acertado.

Quedo de ustedes.
Yo mero.

Marzo - 07 - 2012

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