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Sitio web dedicado a la preservación del hábitat del Armandopithecus mexicanus inpudicum. Reserva de la exósfera.

De lengua me como un taco

 

 

Tuve el infortunio de encontrarme por la tarde con algunas liviandades de Elena Poniatowska y otros escritores en tanto a las nuevas gramática y ortografía de la lengua española, consensuadas por las veintidós academias de la lengua y presentada hace un par de días en la FIL de Guadalajara.

Según Elenita –a quién, por cierto, además de tener un rimbombante apellido, una acaudalada familia, codearse un sinnúmero de escritores y mecenear algunos de ellos; yo no le hallo mayor mérito literario– figura reconocida en el mundo de las letras mexicanas: “Las mayores propuestas las hace siempre el lenguaje de la calle, a la academia sólo le queda aceptarlas o rechazarlas; si esa institución quiere o no actuar como censor o como liberador, es su asunto” y “para mí las palabras surgen de los que hablan en la calle y después de un tiempo son aceptadas o no por la academia, pero no es al revés volteado”.

Habrá que explicarle a la escritora –como en alguna ocasión me vi en la penosa necesidad de explicarle a una recepcionista en la DGAE– que Lenguaje y Habla, no obstante que se encuentran íntimamente relacionados: son entidades disímiles entre sí.

No es sencillo distinguir una de otra pues ambas entidades poseen un objetivo común: la comunicación. Empero, existen diferencias más que notorias entre una y otra. El Habla, por ejemplo, se conforma a partir de un conjunto de símbolos fónicos establecidos, más o menos, de manera arbitraria mientras los sujetos interactúan.

El ejemplo por excelencia es el “chiste”: Supongamos un grupo de sujetos interactuando en una pequeña reunión. Desinhibido por los tragos, uno de ellos decide hacer un chiste obsceno a otro, provocando una estridente hilaridad en los presentes. Días más tarde, algunos de los antes mencionados vuelven a encontrarse. Para memorar el jocoso momento basta una palabra o deixis representativa del chiste que, al ser enunciada, vuelve a provocar júbilo en los presentes.

La palabra está fungiendo como símbolo. Al escucharla, los participantes de la reunión son referidos a la situación en la que se encontraban, al chiste enunciado y las vergüenzas del zaherido. Pero dicha palabra será significativa sólo a quienes estuvieron presentes en aquella reunión; así que si uno no estuvo ahí la palabra no le causa ninguna gracia.

El lenguaje, por su parte, es una entidad mucho más vasta; es compartido por todos los que nos valemos de una lengua y no puede construirse a partir de referentes cotidianos o la manera en que Elenita le cuenta a su mamá sus tropelías en la calle, porque todos los que no somos su mamá no tendríamos referentes a los cuales asirnos.

El lenguaje es un conjunto de símbolos que no se estructuran arbitrariamente sino a partir de ciertas normas. Para establecer dichas normas sirven las Academias y, desde luego, no las establecen a su antojo. Existen un gran número de parámetros en razón de los cuales se estipulan esas normas. Las normas ortológicas, por ejemplo, se construyen regulando la interacción de fonemas considerando la posición de la lengua, la forma en que se articula, la zona de articulación, su posición con respecto al resto del aparato fonador, y la acción de las cuerdas vocales.

Si después de diecisiete años de discusiones, las veintidós Academias de la Lengua consensuan que la “Ch” no es una letra sino un dígrafo, por bizantino e inútil que nos resulte, no lo decidieron así porque la “che” les caía mal, ni porque quieran hacer enojar a Pérez Reverte, sino atendiendo a criterios mucho más elegantes.

Desde luego, el Lenguaje no es una entidad estática: se transforma; y tan es así, que se está transformando ahora. Pero no se transforma por lo que diga o escriba la gente en la calle, eso va más allá de la candidez y raya en la…, Basta con abrir el facebook y darle una mirada al “muro” para concluir que quienes escribimos correctamente –y disculparán las flores– somos una minoría insignificante. Si la orthographia se determinara por lo que escribe la gente “en la calle”, no podríamos distinguir “haber” de “a ver”, escribiríamos “te kiero” o “andale, plzzzzzzz”; y si la pronunciación correcta fuese como lo cantan las mayorías… dense un paseíto por la página del INEGI, vean cuales son los municipios más poblados y concluyan.

Ciertamente, el Lenguaje depende en gran medida del Habla y del uso que se le dé; cualquiera que haya leído textos en castellano antiguo sabe que el Lenguaje ha cambiado muchísimo; y eso por no mencionar que el español viene del latín y que si apareció fue por la mala pronunciación del mismo. Pero estos cambios llevan centurias o milenios de interacciones e implican conquistas, programas educativos brutales y, en muchos casos, el secuestro y aislamiento de los niños para que no escuchen hablar a sus padres.

De más está decir que las Academias van a la zaga del Habla. El lenguaje siempre irá rezagado pues se trata de una entidad mucho más estática en tanto que no se construye en la cotidianeidad, por lo que las críticas en este sentido están fuera de lugar.

Fuera de un afán de protagonismo no se entienden las quejas de los escritores pues, a fin de cuentas, si la che es una letra o dos, considerando las normas de división silábica en relación con las consonantes y particularmente la hache, no existe absolutamente ningún cambio para con la escritura. Por otro lado, los asiduos a la acentuación diacrítica podemos seguirlo haciendo si así lo deseamos, así que no veo porqué hacer bulla por eso.

Me parece sumamente loable el esfuerzo de las Academias por consensuar ciertas normas que nos permitan comprendernos, cuando menos de manera escrita; y francamente risibles las nociones de tiranía o imperialismo léxico de las mismas. Si hay algo que se presta al juego es el Lenguaje y numerosos escritores han hecho gala su habilidad –sólo vean en el capítulo 68 de la Rayuela de Cortázar– para demostrarlo. Pues las normas de escritura no están ahí sólo para seguirse sino también para romperse; pero con ingenio, por favor…

 

 

Noviembre - 29 - 2010

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